De repente y sin avisar, el cielo estalla en truenos y luces como bolas de fuego que parecen que caerán sobre ti. Buscas desesperadamente a tu familia, los ves correr y gritar hacia la calle, suben el volumen de la música estridente y no entiendes qué sucede, agudizas tus sentidos para tratar de comprender pero te chocas con un fuerte y penetrante aroma a humo y químicos quemados, pero no ves fuego… Y antes de que puedas reaccionar a la situación, el cielo vuelve a explotar.
Te comienzas a preguntar: ¿por qué nadie huye? ¿Dónde está tu familia? ¿Dónde está la persona que prometió protegerte? Mientras tu cabeza estalla en preguntas, tu cuerpo comienza a temblar descontroladamente; tu corazón ya subió a la garganta, palpita cada vez más fuerte y sólo puedes pensar en cómo escapar de allí. Buscas un escondite, un lugar seguro, el mundo gira, la luz cambia, los sonidos te ensordecen y olvidas dónde estás; el terror se apodera de ti y un impulso incontrolable te grita que corras, que salgas de ahí, que busques un lugar tranquilo y corres… Corres tan rápido como puedes, corres para sobrevivir, corres hasta cansarte y caer rendido.